La epidemia del SIDA
La epidemia del SIDA constituye una de las
crisis de salud más devastadoras de la edad
contemporánea, que destroza familias y comunidades
en todo el mundo. Para 2005 habían fallecido
más de 25 millones de personas y se calculaba que
39 millones vivían con el VIH. Se estima que tuvieron
lugar 4 millones de nuevas infecciones en 2005 (el 95%
de las mismas en el África subsahariana, Europa oriental
y Asia). Si bien el África subsahariana ha sido la región
más seriamente afectada, otras regiones también se
enfrentan a graves epidemias
La epidemia del SIDA constituye una de las
crisis de salud más devastadoras de la edad
contemporánea, que destroza familias y comunidades
en todo el mundo. Para 2005 habían fallecido
más de 25 millones de personas y se calculaba que
39 millones vivían con el VIH. Se estima que tuvieron
lugar 4 millones de nuevas infecciones en 2005 (el 95%
de las mismas en el África subsahariana, Europa oriental
y Asia). Si bien el África subsahariana ha sido la región
más seriamente afectada, otras regiones también se
enfrentan a graves epidemias
. En años recientes encuestas representativas
a nivel nacional han permitido a los investigadores reducir
las estimaciones publicadas previamente respecto a la
prevalencia del VIH en ciertos países; pero el número de
personas infectadas y las consecuencias para sus familias,
comunidades y países siguen siendo sobrecogedoras1.
Este documento presenta un panorama de los efectos
del VIH y el SIDA sobre el tamaño de la población, sus
características y bienestar. También pone de relieve los
tremendos esfuerzos que se necesitan para controlar la
epidemia. La pandemia continúa extendiéndose en todo
el mundo, no obstante las labores de prevención y los
éxitos alcanzados por unos pocos países. Hay que perseverar
en la inversión y la dedicación a la causa para
lograr enfoques integrales que mejoren la salud reproductiva
y sexual.
Efectos del VIH y el SIDA sobre
la demografía y la salud
Los países seriamente afectados por la epidemia del
SIDA han presenciado una oleada de mortalidad y un
descenso en la esperanza de vida en la última década,
como se detalla a continuación; pero debido a que los
países gravemente azotados en el África subsahariana
también tienen altos niveles de fecundidad (el promedio
de hijos por mujer) y la mayoría cuentan con
poblaciones relativamente pequeñas, la epidemia no ha
resultado en una reducción demográfica en la región.
En unos pocos países, como Botswana, Lesotho y
Sudáfrica, el crecimiento demográfico se ha reducido
drásticamente, e incluso ha llegado a parar debido al
SIDA, pero el crecimiento general en la región supera
el de otras regiones del planeta. Incluso con la mortalidad
debida al SIDA, se proyecta que la población del
África subsahariana aumente de 767 millones en 2006 a
1.700 millones en 20502.
Aún así el SIDA ha representado un tremendo costo
para las sociedades. Es la cuarta de las principales causas
de muerte en todo el mundo, y la primera en el África
subsahariana. En 2005, ONUSIDA estimaba que
3,1 millones de adultos y niños habían muerto de
SIDA, 2,4 millones de ellos en el África subsahariana.
Epidemias emergentes de SIDA
Los países en Europa Oriental y Asia Central (particularmente Rusia y Ucrania) así como la India y China
han registrado aumentos alarmantes en las infecciones del VIH en años recientes. La India tiene en la
actualidad el mayor número de personas infectadas por el VIH, aunque los infectados representan
menos del 1% de la población adulta. Hay países en otras partes de Asia, como Viet Nam, Indonesia y
Pakistán, que pueden estar al borde de sufrir epidemias serias.
En muchos de dichos países el uso de drogas inyectadas y el comercio sexual están impulsando epidemias
emergentes, pero a medida que las infecciones aumentan, la propagación del VIH pasa de los
grupos con conductas de alto riesgo a la población en general. Se necesitan establecer, desde un principio
y de forma constante, programas de educación y prevención, para prevenir una epidemia generalizada
y salvar decenas de miles (e incluso millones) de vidas.
Efectos sobre la mortalidad y la esperanza de vida
Las personas que viven con el VIH y SIDA son
propensas a contraer otras enfermedades e infecciones
al debilitarse su sistema inmunológico, por lo que la
epidemia del SIDA ha impulsado un incremento en
neumonía y tuberculosis en muchas regiones del
mundo. En el África subsahariana las tasas de mortalidad
entre los niños menores de 5 años son considerablemente
superiores a lo que serían sin el VIH (ver
el gráfico). Sin los medicamentos que les salvan la
vida, una tercera parte de los niños que nacen con la
infección (por transmisión materno-infantil) morirían
antes de cumplir un año y alrededor del 60% antes
de los cinco3.
El aumento en las muertes por SIDA también ha
parado, y en ocasiones revertido, los logros en la esperanza
de vida en muchos países africanos. Por ejemplo
en Lesotho, donde se estimaba que una cuarta parte de
los adultos vivían con el VIH o SIDA en 2005, la esperanza
de vida había sido de casi 60 años en 1990-1995,
pero bajó precipitadamente a 34 años en las estimaciones
para 2005-2010, principalmente por el SIDA.
De no ser por la excesiva mortalidad ocasionada por
el SIDA, las proyecciones de las Naciones Unidas para
el país hubieran llegado a una esperanza de vida de
69 años para el período 2015-20204. Fuera del África,
entre los países que se espera registren una disminución
en la esperanza de vida se encuentran las Bahamas,
Camboya, la República Dominicana, Haití y
Myanmar5.
Efectos sobre la edad y el sexo de la población
Las muertes relacionadas con el SIDA están alterando
la estructura etaria de las poblaciones en naciones gravemente
afectadas. En los países en desarrollo con bajos
niveles de VIH y SIDA, la mayor parte de las muertes
tienen lugar entre los niños pequeños y la gente mayor.
El SIDA ataca a los adultos en sus años de plenitud
laboral (personas que fueron infectadas de adolescentes
o jóvenes) con lo que se cambia la tendencia de mortalidad
normal y se distorsiona la estructura etaria de la
población en ciertos países. Por ejemplo, debido al
aumento en la mortalidad cada vez mayor por el SIDA
en el África meridional, las personas de 20 a 49 años
representaron casi tres quintas partes de todas las
muertes en la región entre 2000 y 2005, comparado
con una quinta parte entre 1985 y 19906.
Debido a que las muertes de SIDA se concentran en
el grupo de 25 a 45 años de edad, las comunidades con
altas tasas de infección del VIH pierden una cantidad
desproporcionada de padres y trabajadores con experiencia,
lo que deja vacíos en la sociedad que son difíciles
de llenar.
En algunas regiones las mujeres son más vulnerables
que los hombres, y su muerte despoja a las familias de
la principal fuente de atención personal. En el África
subsahariana y el Caribe, donde el virus se transmite
predominantemente por contacto heterosexual, las
infecciones del VIH son mayores entre las mujeres que
entre los hombres
Impacto sobre las sociedades
y las economías
En los países fuertemente azotados por la epidemia
del SIDA, la trágica pérdida de los padres y de miembros
productivos de la sociedad a edades prematuras,
no sólo afecta a las familias, sino también a las fincas
agrícolas y otros lugares de trabajo, las escuelas, los
sistemas de salud y los gobiernos. La epidemia se deja
sentir en casi todos los aspectos de la vida.
Los hogares sufren el impacto inmediato del VIH y el
SIDA, porque son las familias quienes se encargan principalmente
de cuidar de los enfermos y sufren penurias
económicas por el SIDA. Durante la larga enfermedad
del SIDA, la falta de ingreso y el costo de cuidar del
enfermo moribundo puede empobrecer a los hogares;
y cuando uno de los padres muere, puede que el hogar
se disuelva y que los niños vayan a vivir con familiares,
o que tengan que salir adelante por sí mismos.
Los sistemas de atención sanitaria también acusan
tremendas demandas por la propagación del
VIH/SIDA. Los sistemas de sanidad africanos, que
de por sí ya eran débiles antes de sufrir los efectos de
la epidemia, están en crisis. Los gastos de tratamiento
del SIDA y las infecciones “oportunistas” relacionadas
con la enfermedad no dejan de aumentar. La asignación
de los escasos recursos para el VIH/SIDA puede desviar
la atención de otros problemas de salud, y a medida
que menguan los fondos públicos de sanidad, el costo
tienen que cubrirlo cada vez más el sector privado,
los hogares y las personas.
Las empresas y la agricultura también se han visto
seriamente afectados por el VIH y el SIDA. Los dueños
de las empresas sufren pérdidas de trabajadores, ausencias
laborales, el creciente costo de las prestaciones de
atención médica (incluidos los caros medicamentos
contra el SIDA) y los pagos por defunciones. La viabilidad
económica de las pequeñas fincas y la agricultura
comercial también están en riesgo por la pérdida de
trabajadores agrícolas. Un estudio realizado por la
Organización de las Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación (FAO) reveló que en
los 10 países africanos más seriamente afectados por
el VIH/SIDA, la mano de obra agrícola disminuirá
entre el 10 y 26% para el 2020. Otro estudio descubrió
que en países como Kenya, Malawi, Tanzania y
Zambia, el bajo crecimiento en la producción agrícola
podría ocasionar una creciente falta de seguridad
alimentaria para el año 20107.
La estabilidad económica se pierde, a medida que
se ven perjudicadas las empresas y la agricultura.
En muchos países altamente afectados los estudios
demuestran una baja de entre 1 y 2 puntos porcentuales
en el producto interno bruto anual, comparado con
la situación hipotética “sin el SIDA”8; pero el impacto
a largo plazo puede ser más serio de lo que dichos análisis
sugieren. Es difícil reflejar la pérdida de capital
humano, cuando la educación, nutrición y salud
infantil acusan los efectos directos e indirectos del
SIDA. La menor inversión en las generaciones jóvenes
podría hacerse sentir en el desempeño económico
durante décadas.
Necesidad de respuestas integrales
A medida que el VIH continúa propagándose (por no
existir ni cura, ni vacuna), la prevención sigue siendo
el enfoque clave para restringir la epidemia. La forma
más común de transmisión del VIH es por contacto
sexual, por lo que la prevención está estrechamente relacionada
a la conducta sexual y la salud reproductiva
masculina y femenina. Entre los programas de prevención
efectivos se encuentran las intervenciones que
promueven la abstinencia sexual, reducir el número
de compañeros/as sexuales, y utilizar condones de
forma sistemática y correcta, así como la asesoría y
pruebas de detección del VIH. La mezcla más apropiada
de estas intervenciones depende de las características
de los grupos infectados por el VIH. Los
programas efectivos también consideran los factores
sociales, económicos y culturales que influyen en la
conducta de la gente.
La prevención materno-infantil de la transmisión
del VIH también es clave para salvar vidas. Las mujeres
seropositivas deben contar con asesoría y métodos anticonceptivos
a su disposición para ayudarles a decidir
si quieren quedar embarazadas. Muchos nacimientos de
niños seropositivos pueden prevenirse ayudando a las
mujeres infectadas a evitar embarazos no deseados.
El mayor uso de anticonceptivos para impedir dichos
embarazos es, al parecer, por lo menos tan costo efectivo
como proporcionar medicamentos antirretrovirales
y mitigar sus consecuencias.
a nivel nacional han permitido a los investigadores reducir
las estimaciones publicadas previamente respecto a la
prevalencia del VIH en ciertos países; pero el número de
personas infectadas y las consecuencias para sus familias,
comunidades y países siguen siendo sobrecogedoras1.
Este documento presenta un panorama de los efectos
del VIH y el SIDA sobre el tamaño de la población, sus
características y bienestar. También pone de relieve los
tremendos esfuerzos que se necesitan para controlar la
epidemia. La pandemia continúa extendiéndose en todo
el mundo, no obstante las labores de prevención y los
éxitos alcanzados por unos pocos países. Hay que perseverar
en la inversión y la dedicación a la causa para
lograr enfoques integrales que mejoren la salud reproductiva
y sexual.
Efectos del VIH y el SIDA sobre
la demografía y la salud
Los países seriamente afectados por la epidemia del
SIDA han presenciado una oleada de mortalidad y un
descenso en la esperanza de vida en la última década,
como se detalla a continuación; pero debido a que los
países gravemente azotados en el África subsahariana
también tienen altos niveles de fecundidad (el promedio
de hijos por mujer) y la mayoría cuentan con
poblaciones relativamente pequeñas, la epidemia no ha
resultado en una reducción demográfica en la región.
En unos pocos países, como Botswana, Lesotho y
Sudáfrica, el crecimiento demográfico se ha reducido
drásticamente, e incluso ha llegado a parar debido al
SIDA, pero el crecimiento general en la región supera
el de otras regiones del planeta. Incluso con la mortalidad
debida al SIDA, se proyecta que la población del
África subsahariana aumente de 767 millones en 2006 a
1.700 millones en 20502.
Aún así el SIDA ha representado un tremendo costo
para las sociedades. Es la cuarta de las principales causas
de muerte en todo el mundo, y la primera en el África
subsahariana. En 2005, ONUSIDA estimaba que
3,1 millones de adultos y niños habían muerto de
SIDA, 2,4 millones de ellos en el África subsahariana.
Epidemias emergentes de SIDA
Los países en Europa Oriental y Asia Central (particularmente Rusia y Ucrania) así como la India y China
han registrado aumentos alarmantes en las infecciones del VIH en años recientes. La India tiene en la
actualidad el mayor número de personas infectadas por el VIH, aunque los infectados representan
menos del 1% de la población adulta. Hay países en otras partes de Asia, como Viet Nam, Indonesia y
Pakistán, que pueden estar al borde de sufrir epidemias serias.
En muchos de dichos países el uso de drogas inyectadas y el comercio sexual están impulsando epidemias
emergentes, pero a medida que las infecciones aumentan, la propagación del VIH pasa de los
grupos con conductas de alto riesgo a la población en general. Se necesitan establecer, desde un principio
y de forma constante, programas de educación y prevención, para prevenir una epidemia generalizada
y salvar decenas de miles (e incluso millones) de vidas.
Efectos sobre la mortalidad y la esperanza de vida
Las personas que viven con el VIH y SIDA son
propensas a contraer otras enfermedades e infecciones
al debilitarse su sistema inmunológico, por lo que la
epidemia del SIDA ha impulsado un incremento en
neumonía y tuberculosis en muchas regiones del
mundo. En el África subsahariana las tasas de mortalidad
entre los niños menores de 5 años son considerablemente
superiores a lo que serían sin el VIH (ver
el gráfico). Sin los medicamentos que les salvan la
vida, una tercera parte de los niños que nacen con la
infección (por transmisión materno-infantil) morirían
antes de cumplir un año y alrededor del 60% antes
de los cinco3.
El aumento en las muertes por SIDA también ha
parado, y en ocasiones revertido, los logros en la esperanza
de vida en muchos países africanos. Por ejemplo
en Lesotho, donde se estimaba que una cuarta parte de
los adultos vivían con el VIH o SIDA en 2005, la esperanza
de vida había sido de casi 60 años en 1990-1995,
pero bajó precipitadamente a 34 años en las estimaciones
para 2005-2010, principalmente por el SIDA.
De no ser por la excesiva mortalidad ocasionada por
el SIDA, las proyecciones de las Naciones Unidas para
el país hubieran llegado a una esperanza de vida de
69 años para el período 2015-20204. Fuera del África,
entre los países que se espera registren una disminución
en la esperanza de vida se encuentran las Bahamas,
Camboya, la República Dominicana, Haití y
Myanmar5.
Efectos sobre la edad y el sexo de la población
Las muertes relacionadas con el SIDA están alterando
la estructura etaria de las poblaciones en naciones gravemente
afectadas. En los países en desarrollo con bajos
niveles de VIH y SIDA, la mayor parte de las muertes
tienen lugar entre los niños pequeños y la gente mayor.
El SIDA ataca a los adultos en sus años de plenitud
laboral (personas que fueron infectadas de adolescentes
o jóvenes) con lo que se cambia la tendencia de mortalidad
normal y se distorsiona la estructura etaria de la
población en ciertos países. Por ejemplo, debido al
aumento en la mortalidad cada vez mayor por el SIDA
en el África meridional, las personas de 20 a 49 años
representaron casi tres quintas partes de todas las
muertes en la región entre 2000 y 2005, comparado
con una quinta parte entre 1985 y 19906.
Debido a que las muertes de SIDA se concentran en
el grupo de 25 a 45 años de edad, las comunidades con
altas tasas de infección del VIH pierden una cantidad
desproporcionada de padres y trabajadores con experiencia,
lo que deja vacíos en la sociedad que son difíciles
de llenar.
En algunas regiones las mujeres son más vulnerables
que los hombres, y su muerte despoja a las familias de
la principal fuente de atención personal. En el África
subsahariana y el Caribe, donde el virus se transmite
predominantemente por contacto heterosexual, las
infecciones del VIH son mayores entre las mujeres que
entre los hombres
Impacto sobre las sociedades
y las economías
En los países fuertemente azotados por la epidemia
del SIDA, la trágica pérdida de los padres y de miembros
productivos de la sociedad a edades prematuras,
no sólo afecta a las familias, sino también a las fincas
agrícolas y otros lugares de trabajo, las escuelas, los
sistemas de salud y los gobiernos. La epidemia se deja
sentir en casi todos los aspectos de la vida.
Los hogares sufren el impacto inmediato del VIH y el
SIDA, porque son las familias quienes se encargan principalmente
de cuidar de los enfermos y sufren penurias
económicas por el SIDA. Durante la larga enfermedad
del SIDA, la falta de ingreso y el costo de cuidar del
enfermo moribundo puede empobrecer a los hogares;
y cuando uno de los padres muere, puede que el hogar
se disuelva y que los niños vayan a vivir con familiares,
o que tengan que salir adelante por sí mismos.
Los sistemas de atención sanitaria también acusan
tremendas demandas por la propagación del
VIH/SIDA. Los sistemas de sanidad africanos, que
de por sí ya eran débiles antes de sufrir los efectos de
la epidemia, están en crisis. Los gastos de tratamiento
del SIDA y las infecciones “oportunistas” relacionadas
con la enfermedad no dejan de aumentar. La asignación
de los escasos recursos para el VIH/SIDA puede desviar
la atención de otros problemas de salud, y a medida
que menguan los fondos públicos de sanidad, el costo
tienen que cubrirlo cada vez más el sector privado,
los hogares y las personas.
Las empresas y la agricultura también se han visto
seriamente afectados por el VIH y el SIDA. Los dueños
de las empresas sufren pérdidas de trabajadores, ausencias
laborales, el creciente costo de las prestaciones de
atención médica (incluidos los caros medicamentos
contra el SIDA) y los pagos por defunciones. La viabilidad
económica de las pequeñas fincas y la agricultura
comercial también están en riesgo por la pérdida de
trabajadores agrícolas. Un estudio realizado por la
Organización de las Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación (FAO) reveló que en
los 10 países africanos más seriamente afectados por
el VIH/SIDA, la mano de obra agrícola disminuirá
entre el 10 y 26% para el 2020. Otro estudio descubrió
que en países como Kenya, Malawi, Tanzania y
Zambia, el bajo crecimiento en la producción agrícola
podría ocasionar una creciente falta de seguridad
alimentaria para el año 20107.
La estabilidad económica se pierde, a medida que
se ven perjudicadas las empresas y la agricultura.
En muchos países altamente afectados los estudios
demuestran una baja de entre 1 y 2 puntos porcentuales
en el producto interno bruto anual, comparado con
la situación hipotética “sin el SIDA”8; pero el impacto
a largo plazo puede ser más serio de lo que dichos análisis
sugieren. Es difícil reflejar la pérdida de capital
humano, cuando la educación, nutrición y salud
infantil acusan los efectos directos e indirectos del
SIDA. La menor inversión en las generaciones jóvenes
podría hacerse sentir en el desempeño económico
durante décadas.
Necesidad de respuestas integrales
A medida que el VIH continúa propagándose (por no
existir ni cura, ni vacuna), la prevención sigue siendo
el enfoque clave para restringir la epidemia. La forma
más común de transmisión del VIH es por contacto
sexual, por lo que la prevención está estrechamente relacionada
a la conducta sexual y la salud reproductiva
masculina y femenina. Entre los programas de prevención
efectivos se encuentran las intervenciones que
promueven la abstinencia sexual, reducir el número
de compañeros/as sexuales, y utilizar condones de
forma sistemática y correcta, así como la asesoría y
pruebas de detección del VIH. La mezcla más apropiada
de estas intervenciones depende de las características
de los grupos infectados por el VIH. Los
programas efectivos también consideran los factores
sociales, económicos y culturales que influyen en la
conducta de la gente.
La prevención materno-infantil de la transmisión
del VIH también es clave para salvar vidas. Las mujeres
seropositivas deben contar con asesoría y métodos anticonceptivos
a su disposición para ayudarles a decidir
si quieren quedar embarazadas. Muchos nacimientos de
niños seropositivos pueden prevenirse ayudando a las
mujeres infectadas a evitar embarazos no deseados.
El mayor uso de anticonceptivos para impedir dichos
embarazos es, al parecer, por lo menos tan costo efectivo
como proporcionar medicamentos antirretrovirales
y mitigar sus consecuencias.
a la madre durante el parto, y a los recién nacidos de
madres infectadas por el VIH9.
Entre los principales retos de cara al futuro se
encuentran controlar más aún la propagación de la
epidemia entre los lactantes y los adultos jóvenes,
proporcionar tratamiento y apoyo a los millones de
personas que viven con el VIH, y mitigar el impacto
de la epidemia en los países pobres. Para responder a
estos retos, la comunidad internacional, los gobiernos
y la sociedad civil tienen que:
Asegurarse de que la prevención continúe siendo el
enfoque principal de los programas de combate del
SIDA, incluso donde exista tratamiento;
Mejorar la infraestructura de salud y la capacidad
para proporcionar servicios;
Reducir la pobreza, el analfabetismo y otros
factores económicos, políticos y sociales que elevan
la vulnerabilidad a la infección del VIH;
Reducir el estigma y la discriminación contra las
personas que viven con el VIH.
Los recursos disponibles para combatir la infección
del VIH en los países en desarrollo han aumentado
drásticamente, de $300 millones estimados en 1996,
a $9.000 millones en 200610. Sin embargo el costo
del tratamiento contra el SIDA suele competir con
el financiamiento de las actividades de prevención,
y ambas cosas pueden menguar otros gastos en salud
reproductiva11. Desatender estos últimos programas
puede ser contra productivo, por la posibilidad de
reforzar la prevención de la infección del VIH al elevar
el conocimiento de los hombres y mujeres sobre la
sexualidad, la planificación familiar y el embarazo sin
riesgo. El mayor acceso a métodos anticonceptivos y
asesoría puede reducir la mortalidad materna e infantil
y contribuir a la potenciación de la mujer, por lo que
la existencia de programas bien concebidos, que liguen
la prevención del VIH con otros programas de salud
reproductiva, promete reforzar todos estos objetivos
y en último término salvar más vidas.
madres infectadas por el VIH9.
Entre los principales retos de cara al futuro se
encuentran controlar más aún la propagación de la
epidemia entre los lactantes y los adultos jóvenes,
proporcionar tratamiento y apoyo a los millones de
personas que viven con el VIH, y mitigar el impacto
de la epidemia en los países pobres. Para responder a
estos retos, la comunidad internacional, los gobiernos
y la sociedad civil tienen que:
Asegurarse de que la prevención continúe siendo el
enfoque principal de los programas de combate del
SIDA, incluso donde exista tratamiento;
Mejorar la infraestructura de salud y la capacidad
para proporcionar servicios;
Reducir la pobreza, el analfabetismo y otros
factores económicos, políticos y sociales que elevan
la vulnerabilidad a la infección del VIH;
Reducir el estigma y la discriminación contra las
personas que viven con el VIH.
Los recursos disponibles para combatir la infección
del VIH en los países en desarrollo han aumentado
drásticamente, de $300 millones estimados en 1996,
a $9.000 millones en 200610. Sin embargo el costo
del tratamiento contra el SIDA suele competir con
el financiamiento de las actividades de prevención,
y ambas cosas pueden menguar otros gastos en salud
reproductiva11. Desatender estos últimos programas
puede ser contra productivo, por la posibilidad de
reforzar la prevención de la infección del VIH al elevar
el conocimiento de los hombres y mujeres sobre la
sexualidad, la planificación familiar y el embarazo sin
riesgo. El mayor acceso a métodos anticonceptivos y
asesoría puede reducir la mortalidad materna e infantil
y contribuir a la potenciación de la mujer, por lo que
la existencia de programas bien concebidos, que liguen
la prevención del VIH con otros programas de salud
reproductiva, promete reforzar todos estos objetivos
y en último término salvar más vidas.
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