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viernes, diciembre 17, 2010

UN PODER RESPONSABLE





UN PODER RESPONSABLE:
COBERTURA DEL VIH/SIDA EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE

Para la realización de este informe, fueron relevadas las noticias publicadas en 20 periódicos
entre 2000 y 2005, cada uno de un país diferente de América Latina y el Caribe junto con
entrevistas a distintos referentes por país. El objetivo fue realizar un acercamiento cualitativo
a la forma en que se comunican los sucesos sobre VIH/SIDA. Si bien no es posible plantear
generalidades por lo acotado de la muestra, el análisis resulta de utilidad para encontrar ciertas
coincidencias en el tratamiento que los medios de la región hacen de la epidemia.
A nivel mundial, desde el descubrimiento del SIDA los medios de comunicación tuvieron un rol
fundamental en la manera en que la epidemia es comprendida por el público. El 3 de julio de
1981, cuando el diario New York Times publicó una noticia sobre el aumento de casos de neumonía
en hombres homosexuales en EEUU, dio comienzo la historia periodística del SIDA. A
partir de ese momento inaugural, las informaciones referidas a este nuevo virus se fueron dispersando
a nivel mundial. A través de los medios masivos, mucha gente tuvo acceso a mensajes,
imágenes e historias relacionadas al SIDA, a veces certeras y otras tantas desafortunadas.
En los comienzos, metáforas como la peste rosa o el cáncer gay tendieron a asociar al SIDA con
la comunidad homosexual, figura que debió ser reemplazada en 1985 cuando quedó demostrada
la transmisión heterosexual. Inmediatamente, la infección por VIH comenzó a ser relacionada
a los llamados grupos de riesgo, al mismo tiempo que florecían las metáforas sobre la
muerte. Figuras, todas ellas, que aprovecharon las connotaciones negativas de comportamientos
ya marginados y las reforzaron por medio de la asociación al VIH. En sus comienzos, el
estigma asociado al SIDA se entremezcló con las desigualdades sociales preexistentes.
En coincidencia con la evolución de los imaginarios construidos alrededor del VIH, la cobertura
de la problemática del VIH/SIDA en la región de América Latina y el Caribe fue variando. En
algunos países, como en México o en Uruguay, la década del 90 marcó un cambio en el tratamiento
de las noticias sobre SIDA, con un énfasis menor en el escándalo. Sin embargo, muchos
de los conceptos utilizados en los primeros años de la epidemia siguen vigentes, otros fueron
renovándose y algunos generaron efectos adversos no buscados. Los retratos de la comunidad
homosexual, origen de los estigmas más arraigados en la sociedad, fueron perdiendo presencia
a raíz del cambio en el perfil epidemiológico. Sin embargo, la contraparte a esta nueva visibilidad
de los casos de mujeres y niños que viven con VIH fue, en muchos países, la invisibilidad
de los casos de hombres que tienen sexo con hombres. En lugar de estigmatizarlas, en los
últimos años los discursos han pasado a ignorar, en muchos casos, estas infecciones.
A pesar de que muchas metáforas fueron excluidas, otras como portador (que supone que
quien vive con VIH "llevaría" una marca diferencial) o víctima (que evoca una imagen de flaqueza
o impotencia) caracterizan aún el discurso de los medios. Del mismo modo, la calificación
del síndrome como el mal resulta ajena cuando esa misma figura adjetivó, años antes,
un fenómeno tan criminal como el nazismo. La persistencia de términos como homosexual,
gay o bisexual, tienden a confundir una identidad sexual con un comportamiento sexual.
La prensa puede ser a la vez una aliada y una enemiga de la lucha contra el SIDA. En Brasil, por
ejemplo, el rol de los medios fue fundamental para poner en la agenda pública la problemática
del acceso a la terapia antirretroviral que derivó en la cobertura universal en 1997. Por otro
lado, todavía en 2006 es posible encontrar en los medios nicaragüenses titulares alarmistas que
utilizan los términos pánico o sidótico. Sin embargo, a pesar de estas representaciones, en los
últimos años se hizo evidente una mayor responsabilidad en el uso de la información acerca del
VIH/SIDA. Las organizaciones de la sociedad civil, sobre todo en América Central, han cumplido
un importante rol en este proceso producto de sus esfuerzos de sensibilización.
No es posible pensar los medios de comunicación por fuera de las formas de producción y
consumo de la noticia en la cultura contemporánea. Como consecuencia del proceso de globalización
de los mercados tanto económicos como simbólicos, la noticia se convierte en una
mercancía que, como cualquier otra, responde a las leyes del mercado. La espectacularización
se convierte en la estrategia principal que, muchas veces, desplaza el eje de relevancia: la función
de informar queda relegada a la de entretener. Las retóricas sensacionalistas junto con
la multiplicación de los casos individuales pasan a organizar los modos de contar acerca del
VIH/SIDA, priorizando la conmoción por sobre la argumentación. En Bolivia, por ejemplo,
donde el subregistro es cercano al 90% y el VIH sigue siendo muy estigmatizado, cada nuevo
caso se convierte en noticia. Los relatos de historias de vida o la exhibición de los aspectos
más enfáticos de la epidemia, si bien colaboran en la humanización de quienes viven con VIH,
muchas veces desvían la atención de los aspectos estructurales del problema. Al mismo tiempo,
las lógicas de mercadeo reducen la extensión del producto periodístico que se resiente en
la contextualización de los hechos construidos.
Por otro lado, estas mismas dinámicas del mercado, que imponen a la novedad como exigencia,
provocan que muchas veces la agenda de los medios no coincida con la del desarrollo de
la epidemia de VIH. Mientras la prensa espera ansiosamente la cura o, al menos, nuevos tratamientos,
los tiempos de la ciencia son muchos más lentos. Como consecuencia, en algunos
casos nuevos tratamientos que apenas han superado alguna de las etapas de la investigación
son presentados como la "salvación", sin tener en cuenta que las personas que viven con VIH
no aprovecharán sus beneficios hasta que éste no esté disponible. Esto siempre y cuando tengan
la fortuna de vivir en un país que provea terapia antirretroviral gratuita. De no vivir en
uno de los escasos países que la proveen, ni siquiera entonces.
Por otra parte, estas mismas leyes de mercado promueven la formación de periodistas multimediáticos,
obligados a repartir su tiempo entre los distintos soportes y géneros, en detrimento
de la especialización. Los esfuerzos realizados por los cronistas en tratar la problemática
de manera responsable son, muchas veces, disipados en esta razón de los medios.
La prensa gráfica clasifica las noticias de acuerdo con criterios tipificados que organizan recorridos
de lectura: ciertas noticias son de orden político, otras económicas o de política exterior.
La cobertura del VIH/SIDA trasciende estas fronteras clasificatorias impuestas a la noticia,
pudiendo descubrir su presencia en secciones tan disímiles como salud o cultura y espectáculos.
Si bien esto permitiría reconocer al VIH como un problema no sólo de salud pública sino
que atraviesa de manera transversal todos los ámbitos sociales, en el análisis realizado casi no
aparecen noticias sobre SIDA en las secciones política o económica de los diarios. Para estos
sistemas clasificatorios que construyen versiones ordenadas de la realidad, la problemática
del VIH no parece todavía merecer la discusión política o económica.
Luego de 25 años del primer caso, el SIDA sigue siendo un tema en la agenda de los medios,
aunque con presencia dispar. Eventos particulares, como el Día Mundial de Lucha contra el
SIDA, son los que acarrean la mayor atención y la información sigue priorizando datos epidemiológicos
(muchas veces mal interpretados) o sobre vacunas o tratamientos antes que aquellos
que informan sobre los aspectos sociales de la epidemia. Sin embargo, es la información
sobre aspectos sociales la que permite a la población conocer las características de la epidemia
para confrontarla, al mismo tiempo que estimula el interés de las autoridades gubernamentales
en la toma de decisiones encaminadas a reducir la transmisión.
La relevancia de los medios de comunicación en relación a las respuestas al VIH/SIDA es indiscutible.
Al día de hoy no existe una vacuna que pueda evitar la infección por VIH. La única forma de reducir
la expansión y el impacto social de la epidemia es ofrecer información fundamental y responsable
sobre el tema. Los medios tienen el poder de mantener el tema del VIH/SIDA en la agenda pública
y de establecer sus características cualitativas. Y es en ese poder donde radica su responsabilidad.
En su artículo "El papel de los medios de comunicación en la problemática del VIH/SIDA en
Guatemala", la periodista guatemalteca Laura E. Asturias hace un llamado a los comunicadores
a "reflexionar acerca de su aporte para detener el avance del SIDA". Explica que "más que
el mero traslado de información, el periodismo relacionado con el SIDA tiene que ver con
motivar cambios en actitudes y prácticas muy arraigadas que impiden la contención de la epidemia".
Asturias propone una serie de reflexiones destinadas a quienes elijan dar "este paso adicional"
en la cobertura del VIH/SIDA.
La primera serie está enfocada al juicio personal: a empezar por asumir que el VIH/SIDA es,
fundamentalmente, una infección de transmisión sexual, como lo confirman los datos oficiales.
¿Es posible, al elaborar una nota o un reportaje, dejar fuera los prejuicios? ¿Cuál es nuestra
opinión sobre los/las trabajadores sexuales? ¿Y sobre las relaciones homosexuales, ya sea
entre hombres o mujeres? ¿O bisexuales? ¿Cuál es nuestra opinión acerca de travestis o transexuales?
¿Existe conciencia de la magnitud del abuso sexual y del incesto en nuestros países?
Y fundamentalmente, ¿nos hemos visto, al nivel más íntimo, como personas que podemos
estar expuestas a esta infección, al igual que el público que nos lee o escucha, como consecuencia
de nuestras actitudes y prácticas sexuales?
En el plano profesional, la reflexión gira alrededor de la ética asumida por los medios de
comunicación. ¿Hemos sólo aprovechado la noticia, cuando ésta nos ha saltado al paso? O
por el contrario, ¿hemos reconocido, en nuestras amplias posibilidades de difusión masiva, la
oportunidad de generar conciencia en la sociedad acerca de la gravedad de esta infección?
¿Hemos ayudado a corregir las creencias erróneas asociadas a la transmisión del virus y, sobre
todo, los múltiples mitos acerca de las personas que viven con VIH? ¿Hemos contribuido a visibilizar
el hecho de que el SIDA es una enfermedad que no discrimina a nadie, que es una
cuestión de prácticas inseguras, pero que algunos grupos están más expuestos que otros a la
infección debido a la marginación y a las situaciones de alto riesgo en que deben vivir? Y, en
este orden, lo básico: ¿tenemos, como periodistas, la libertad personal y profesional para usar
términos que tienen que ver con la actividad sexual?
Por último, Asturias sugiere una serie de preguntas propuestas por Joe Davidson, un reportero
de The Wall Street Journal y catedrático de periodismo en la Universidad de Harvard,
que deberían guiar la actividad periodística relacionada con el SIDA. ¿Qué está haciendo el
gobierno respecto a la enfermedad en clínicas y hospitales públicos? ¿Qué está haciendo con
el presupuesto? ¿Qué educación relacionada con el SIDA se ofrece a agentes de policía y
bomberos? ¿Es correcta esa información? ¿Cómo han respondido el sector privado, las
empresas y los pequeños negocios? ¿Han sido tratadas injustamente por sus patronos las personas
que viven con VIH o con SIDA? ¿Cómo están respondiendo los barrios a la presencia de
un hospicio que atiende a personas que viven con SIDA? ¿Se menciona el SIDA como causa
de muerte en las escuelas? Y si no se le menciona, ¿por qué? ¿Hay atletas afectados por la
infección que pese a ésta continúan su actividad deportiva? ¿Hay iglesias colaborando activamente
en la lucha? ¿Están transmitiendo información correcta las y los columnistas o conductores
de programas de radio y televisión?
Como conclusión, la periodista propone una serie de principios para orientar el aporte de los
comunicadores:
Un periodismo profesional se mantiene vigilante de cara a esta epidemia, como lo hace en
otras áreas que afectan seriamente a la sociedad.
Un periodismo centinela está encima de las autoridades estatales para exigir la asignación
de suficientes fondos para el combate de la epidemia y vela por la responsable utilización de
los mismos en una atención integral del problema.
Un periodismo responsable no permite que se dificulte el acceso a una de las medidas de
protección más importante, como es el preservativo, que ayudaría a salvar las vidas de miles
de personas.
Un periodismo digno no utiliza las vidas y las imágenes de las personas que viven con
VIH/SIDA para "hacer noticia", sin anticipar las consecuencias que tal manejo de la información
pueda provocarles. Por el contrario, reconoce que no es la cobertura casuística, ni el uso
de chivos expiatorios o historias de horror lo que motiva al público a cambiar actitudes y prácticas.
El sensacionalismo vende. También lastima a la humanidad de la gente.
Un periodismo humano se solidariza con aquellas personas que hoy, en todos los estratos
sociales, en toda su diversidad humana, deben enfrentarse a la realidad de convivir con una
infección mortal.
Un periodismo visionario sabe que la protección de las futuras generaciones empieza por
proteger el presente de la niñez y la juventud de hoy.
Un periodismo consciente no olvida su función orientadora hacia las transformaciones de
fondo requeridas para cambiar el rumbo de esta epidemia. Y también sabe que uno de los
principales retos para detenerla es conseguir el compromiso honesto y decidido del liderazgo
político.
Un periodismo alerta mira a través de la hipocresía. Y la denuncia también en nombre de
quienes no pueden hacerlo.
Laura E. Asturias (editora@lacuerda.org) es Editora de las Revistas feministas Tertulia
(www.la-tertulia.net) y laCuerda (www.lacuerda.org) de Guatemala.
La ponencia "El papel de los medios de comunicación en la problemática del VIH/SIDA en
Guatemala" fue presentada en el Foro "Impacto Social del SIDA en Guatemala" en noviembre
de 1998 y publicada en la edición de febrero de 1999 de la revista SIDAAhora, en Estados
Unidos.

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